jueves, 28 de mayo de 2020

EL BARROCO ESPAÑOL




   CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL DEL BARROCO

   La decadencia política y militar
   El siglo XVII fue para España un período de grave crisis política, militar, económica y social que terminó por convertir el Imperio español en una potencia de segundo rango dentro de Europa. Los llamados Austrias menores –Felipe III, Felipe IV y Carlos II– dejaron el gobierno en mano de ministros de confianza o válidos, entre los que se destacaron el duque de Lerma y el conde-duque de Olivares.
   En política exterior, el duque de Lerma, valido de Felipe III, adoptó una política pacifista y logró acabar con todos los conflictos heredados del reinado de Felipe II. Por el contrario, el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, involucró de lleno a España en la guerra de los treinta años, en la que España sufrió graves derrotas militares.
   Durante la segunda mitad del siglo, Francia aprovechó con éxito la debilidad militar española y ejerció una continua presión expansionista sobre los territorios europeos regidos por Carlos II. Como consecuencia de esta presión la Corona española perdió buena parte de sus posesiones en Europa, de modo que a principios del siglo XVIII el Imperio español estaba totalmente liquidado.
   En política interior, la crisis no fue menos importante. El duque de Lerma procedió a la expulsión de los moriscos (1609), con lo que se arruinaron las tierras de regadío del litoral levantino, y permitió la generalización de la corrupción administrativa. Posteriormente, la política centralista del conde-duque de Olivares provocó numerosas sublevaciones en Cataluña, Portugal, Andalucía, Nápoles y Sicilia. La rebelión catalana fue sofocada el año 1652, mientras que la sublevación portuguesa desembocó en la independencia de ese país.
   La crisis social y económica
   En el siglo XVII España sufrió una grave crisis demográfica, consecuencia de la expulsión de casi 300.000 moriscos y de la mortalidad provocada por las continuas guerras, el hambre y la peste.
La sociedad española del siglo XVII era una sociedad escindida: la nobleza y el clero conservaron tierras y privilegios, mientras que los campesinos sufrieron en todo su rigor la crisis económica. La miseria en el campo arrasó a muchos campesinos hacia las ciudades donde esperaban mejorar su calidad de vida; pero en las ciudades se vieron abocados al ejercicio de la mendicidad cuando no directamente a la delincuencia.
El Racionalismo
El pensamiento racionalista tuvo en el siglo XVII algunas de sus figuras más destacadas: Descartes, Leibniz, Spinoza… Todos ellos descartaron la posibilidad de un saber revelado, de origen divino, y defendieron que la razón es la principal fuente de conocimiento humano. De este modo sentaron las bases del racionalismo.
En España, la influencia del racionalismo apenas se dejó sentir. En su lugar se registra una actitud de escepticismo hacia la naturaleza humana, escepticismo que conduce a una visión pesimista del mundo radicalmente opuesta al optimismo renacentista.


  Concepto de Barroco:
Caravaggio: La cena de Emaús (1606).
   La palabra barroco (derivada del portugués barroco, que significa “perla irregular”) empezó a aplicarse en el dominio de la arquitectura para designar un estilo caracterizado por la complicación de las formas, la irregularidad de las líneas y el juego con la visión espacial. De aquí pasó a aplicarse en otros ámbitos artísticos, como la escultura, la pintura, la música y la literatura. En todos los casos se alude a una ruptura del equilibrio, que había sido el ideal del Renacimiento.
E   n los últimos tiempos se ha considerado al Barroco también como una estructura histórica y hasta como una actitud ideológica.
   Caracteres generales del Barroco:

   q Búsqueda de lo nuevo o extraordinario, para excitar la sensibilidad y la inteligencia y provocar la admiración;
   q Sustitución de las normas clásicas por la apreciación del individuo o el capricho personal;
   q Exageración, gusto por lo desmesurado e hiperbólico, tendencia a superar todo límite;
   q Concepción dinámica de la vida y el arte, contorsión en los gestos, rapidez y retorcimiento en el estilo;
   q Gusto por la oposición de elementos extremos;
   q subordinación del conjunto a un motivo central;
   q Artificiosidad, complicación, arte difícil, para minorías; superabundancia de adornos;
   q Visión unilateral de la realidad: deformación expresionista e idealización desorbitada. Desequilibrio.

   Temas

   -El sueño, que a veces pasa a ser símbolo de la vida, en un sentimiento desrealizador de las vivencias.
   -La muerte. Es unida a la vida, la que es vista como un ir hacia la muerte, o como un continuo morir.
   -El tiempo y su fugacidad, la caducidad de los seres y las cosas.
   -La brevedad de las cosas plantea el contraste entre la apariencia momentánea y la esencia.
   -La desilusión ante el mundo de las apariencias.
   -La oposición “verdad-mentira”, que muestra un mundo engañoso, dual, donde se oponen apariencia y realidad.
   -El desengaño.
   -Las ruinas, se vuelven testimonio del paso del tiempo, de la fragilidad de las cosas y es motivo de reflexión.
   -El motivo del reloj  como representación de la preocupación por el tiempo.
   -El motivo de la flor como símbolo de la brevedad.

IDEAL ARTÍSTICO DEL BARROCO
Pozzo: Apoteosis de Hércules (1704-1708)
   Frente al clasicismo renacentista, el Barroco valoró la libertad absoluta para crear y distorsionar las formas, la condensación conceptual y la complejidad en la expresión. Todo ello tenía como finalidad asombrar o maravillar al lector.
   EN LA LITERATURA, DOS CORRIENTES ESTILÍSTICAS EJEMPLIFICAN ESTOS CARACTERES EN ESPAÑA: el CULTERANISMO y el CONCEPTISMO. Ambas son, en realidad, dos facetas del estilo barroco que comparten un mismo propósito: crear complicación y artificio.

   EL CULTERANISMO
   El culteranismo, representado por Luis de Góngora (1561-1627), se preocupa, sobre todo, por la expresión. Sus caracteres más sobresalientes son la latinización del lenguaje y el empleo intensivo de metáforas e imágenes:
   q La latinización del lenguaje se logra fundamentalmente mediante el uso intensivo del hipérbaton y el gusto por incluir cultismos y neologismos, como, por ejemplo, fulgor, candor, armonía, palestra. También como procedimiento culto cabe citar las alusiones a la mitología, mediante las cuales la poesía se sitúa en un mundo  bellamente irreal y se ennoblece con el prestigio de la antigüedad clásica.
   q La metáfora es la base de la poesía culterana. El encadenamiento de metáforas o series de imágenes tiene el objetivo de huir de la realidad cotidiana para instalarnos en el universo artificial e idealizado de la poesía.
   q La atención del poeta culterano se concentra en la exaltación de la belleza sensorial –el color, la luz, el sonido…– y en la creación de un exquisito lenguaje poético. Por ello el asunto o tema sea lo de menos y llegue a desaparecer tras el exceso de ornamentos. Por ello el poema queda reducido a una brillante sucesión de imágenes, expuestas en un estilo afectado y difícil (véase el fragmento del poema de Góngora).

   EL CONCEPTISMO
   Su teórico y definidor fue Baltasar Gracián (1601-1658), quien en Agudeza y arte de ingenio definió el concepto como “aquel acto del entendimiento, que exprime las correspondencias que se hallan entre los objetos”. Para conseguir este fin, los autores conceptistas se valieron de recursos, tales como la paradoja, la paronomasia, el contraste o la elipsis. También emplearon con frecuencia la dilogía, recurso que consiste en emplear una palabra con dos posibles significados. Ejemplo: “Este es soldado, así lo estuviera en las costumbres: no anduviera tan rota la conciencia.” (Soldado es el “militar”, pero también el participio del verbo “soldar”).
   Los efectos más llamativos del conceptismo se consiguen, no obstante, por medio de la acumulación de chistes conceptuosos.
    Si las metáforas son el recurso capital del culteranismo, la base del conceptismo se halla, pues, en las asociaciones ingeniosas de ideas o palabras (“conceptos”). Al culteranismo le interesa ante todo la belleza de la imagen y la expresión refinada; al conceptismo, la “sutileza del pensar” y la agudeza del decir. Por eso, el estilo culterano se manifiesta a menudo en la poesía y el conceptismo en la prosa.
A diferencia del culteranismo, el conceptista prefiere valerse de un lenguaje habitual y retorcerlo artificiosamente creando palabras nuevas, prestándoles a estas significados arbitrarios o violentando la sintaxis.
   Típico del conceptismo es también el laconismo o brevedad de la frase, ya que la eficacia del “concepto” –como la de la ocurrencia ingeniosa– depende en gran parte de su rápida expresión.
   En cuanto a los temas mitológicos, el conceptismo o bien los utiliza excepcionalmente con fines paródicos o alegóricos.

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