jueves, 14 de mayo de 2020

Análisis del "Romance del Prisionero"


Características generales y tema
   Este es un romance típicamente lírico, donde la anécdota es mínima, porque no se cuenta una historia ni surgen los diálogos típicos del Romancero.
   En él predomina la emoción del juglar que a su vez parece ser el personaje de una historia con un sentir particular.
   El carácter del romance es elegíaco. La Elegía es una composición poética que se caracteriza por la expresión de dolor y melancolía. Hay una atmósfera de muerte interior en él, una sensación de pérdida y dolor, más allá de los límites de una prisión física.
   Los cantos que exaltaban el amor (“canciones de Mayo” - primavera en el hemisferio Norte) y las quejas de los prisioneros dan origen a este romance.
   Es evidente, entonces, que el tema del romance es la soledad. Una soledad no sólo física sino mental y espiritual. Alguien que se siente por fuera de este mundo, condenado a la marginación y al desamparo. Y aun cuando hay una “avecilla” que sirve de nexo entre un mundo y otro, siempre hay una injusticia que condena al hombre al más absoluto aislamiento.
   La voz del yo lírico coincide con la del personaje central: un desconocido prisionero que lamenta la libertad perdida.

Estructura externa e interna
   En cuanto a la estructura externa, tenemos que tener presente la definición misma de Romance.  En un primer momento se llamó “romance” a la lengua vulgar, en oposición al latín. Luego, la palabra se utilizó para designar a una forma poética en ese tipo de lenguaje. Esta forma tenía la particularidad de ser composiciones breves en principio de dieciséis sílabas, orales, con rima asonante, y cuyo principio era abrupto y su final trunco. Normalmente eran composiciones épico-líricas. Una vez que estos versos fueron recogidos por la escritura, se prefirió el octosílabo, y por lo tanto las rimas quedaron sólo en los versos pares.
   En cuanto a la estructura interna, podríamos encontrar tres partes:
   a-por un lado el mundo extramuros, en donde se presenta el mundo exterior a la prisión en una estación propicia a la renovación y sobre todo al amor. Se da en los primeros ocho versos.
   b-  por el otro, el mundo intramuros, una antítesis de lo anterior al  estar imposibilitado el prisionero de gozar de esa primavera. Se da en los siguientes seis versos.
   c- por último, la conclusión, la ruptura de la conexión con esos mundos y como consecuencia el aislamiento. Son los dos últimos versos.

Mundo exterior o “extramuros”

   Se inicia de forma abrupta, a tal punto que el autor introduce en el primer verso las palabras del prisionero puestas en discurso directo, sin decir quien las pronuncia.
   En el comienzo se hace una descripción detallada el mundo exterior a la cárcel. No sabemos quién habla, ni sabemos por qué necesita expresarse. De ello nos daremos cuento en la mitad del poema.
El carácter lírico de la composición está dado por un recurso habitual en los romances que es la repetición, en este caso: “Qué por mayo, era por mayo”.
   Esta reiteración tiene múltiples fines. En primer lugar le da al romance una musicalidad particular.  En segundo lugar nos ubica en un tiempo especial: la primavera, la estación del año dedicada a lo amoroso, a la creación, a la belleza que la naturaleza regala. En tercer lugar, la reiteración también es un recurso mnemotécnico, muy utilizado en las composiciones orales. Y por último, y tal vez lo más importante, nos acentúa el dolor del prisionero. A mitad del poema veremos que esa repetición no es más que una constatación dolorosa de su condición marginal. Cada repetición de la palabra “mayo” es una puñalada en su recuerdo, una certeza de sentirse fuera de ese mundo maravilloso y “divino” al que ya no puede pertenecer.
   La descripción del paisaje es con un tono melancólico que recuerda la agonía de lo que se perdió, de lo que ya no es para este yo lírico. Es el mundo de los recuerdos y es a través de la memoria que se construye este cuadro de extramuros.
  El tiempo verbal del recuerdo es por excelencia el pretérito imperfecto: ERA. Eso demuestra que mayo pertenecía a una vida que él perdió.
   Estamos en la Edad Media, en el siglo XV.  España pertenece al hemisferio Norte y cuando  es mayo está en plena primavera, es el mes anterior a junio (donde en Europa comienza el verano).
Aquí no se trata del inicio de la primavera (21 de marzo), sino del tiempo de mayor esplendor de la naturaleza.
   Así que el yo lírico  se refiere en primer lugar al universo, que cíclicamente, cada año, deja de estar cubierto de frío y nieve y permite que con el calor la vida se reproduzca.
   Inmediatamente pasa a los seres vivos, de los cuales menciona en primer lugar a los más emblemáticos del reino vegetal: los trigos y las flores.
   El trigo, cuando encaña , muestra brotes verdes: empieza a crecer lo que se ha sembrado y se  cubren  los campos de color verde. Es una promesa de que la cosecha será buena: habrá trigo, habrá pan, abundancia, comida.
   Por todas partes se ven también flores silvestres. Es un estallido de color, aromas, sensaciones táctiles y visuales. El poema realiza una ENUMERACIÓN de los elementos más significativos de la primavera.
   Es la anáfora (repetición al principio del verso) “cuando” en el segundo, tercero,  quinto y séptimo verso, lo que le da al poema el tono elegíaco. Vuelve siempre al adverbio no sólo creando la sensación de musicalidad, sino también de desgarro, cada “cuando” confirma la exclusión de su persona, y la angustia de no poder ser en ese mundo.
   Si el primer verso nos daba una ubicación temporal, el segundo nos completa esa imagen con una sensación térmica: el calor. Sugestivamente nos introduce en una atmósfera cálida, que recuerda la compañía, el afecto, la calidez humana que el yo no tiene. También nos recuerda lo vital para el hombre y la naturaleza. El calor que proviene del sol; símbolo de lo masculino, necesario para cualquier proceso biológico, natural.
   El recuerdo se vivifica a través del verbo “hace” en presente. Así el prisionero es aún más miserable, porque el mundo exterior está presente en él, pero él no puede parte de lo que sólo es añoranza. La primavera es la estación del amor, de lo nuevo, del alumbramiento, de la creación, del amor. De todo esto el prisionero no puede ser parte. Sólo le queda la condena de recordarlo.
    La naturaleza en su esplendor reafirma lo natural, lo esperable y la lógica de un mundo en el que él no puede ser parte.
   El paralelismo sinonímico (cuando se utilizan dos sentencias que repiten la misma estructura gramatical, y son entre sí sinónimas) - “cuando los trigos se encañan/ y están los campos en flor” - ayudan a reafirmar que el estado natural es el amor, es la procreación, la regeneración de la vida. En este caso el mundo vegetal, los trigos, que tienen el color del oro, naturalmente, y simbolizan la belleza visual que la naturaleza brinda al hombre. Es el oro natural que alimenta. A esos trigos les corresponden “los campos en flor”, imagen cargada de nuevos colores y nuevos olores. Así la figura se va enriqueciendo en esa correspondencia entre los trigos y el campo.
   La ENUMERACIÓN va cobrando cada vez más intensidad. Del mundo vegetal pasa a recordar el mundo animal, pero no cualquier ejemplar, sino los pájaros, símbolo por excelencia de libertad.
   UN SÍMBOLO es un elemento visual que representa una idea o concepto abstracto y que cualquier persona es capaz de reconocer si pertenece a esa cultura. La flor es símbolo de belleza, la espiga de trigo es símbolo de fertilidad, el pájaro es símbolo de libertad.
   Los pájaros cantan. Este hombre, aunque es un prisionero, conoce el canto de los pájaros. Sabe que la calandria es un ave que canta muy bien  y tiene una gran capacidad de imitar a otras aves. El ruiseñor asimismo es conocido en múltiples mitos como el ave que mejor canta, siendo capaz de hacerlo incluso de noche. También en la Edad Media era símbolo de la poesía y de los poetas que cantaban por amor.
   Uno de los pájaros llama, el otro responde. Por eso es lo obvio. Eso es lo que la primavera provoca. Ese amor entre las aves.
   Si la primera imagen (el calor) era térmica y táctil, la segunda visual y olfativa, la tercera es auditiva. Casi todos los sentidos del hombres están despiertos para saborear la primavera que no se le niega al hombre, exceptuando al prisionero.
   El juego erótico de las aves, la danza amorosa para la procreación, para la concepción de la vida, culmina en la expresión “cuando los enamorados/ van a servir al amor”. Estos versos curiosos son interesantes, dado que los enamorados también son esclavos porque sólo pueden servir a su condición de enamorados, y por lo tanto al amor. Pero esta es una esclavitud placentera, en el mejor de los casos, una prisión agradable porque en ella está la compañía del ser amado.
   Es interesante reparar el orden, en este romance, que utiliza el juglar para ir formando su retrato recordado. Este orden no es otro que el de la Creación bíblica. Primero la luz, luego la vegetación, después los animales, y por último el hombre, y por supuesto, el hombre enamorado, ya que para la concepción cristiana, el amor es lo que hace mover al mundo. Lo que el prisionero recuerda no es más que la Creación divina, y por lo tanto de lo que él no es parte es de la gracia de Dios. O al menos así se siente. La prisión, entonces, adquiere una dimensión distinta. Más allá de los muros, lo terrible, lo irreconciliable, es sentirse despreciado, alejado de la gracia, el regalo divino que Dios le hizo a los hombres, dentro de la cosmovisión cristiana.
   Lo normal, lo lógico, lo divino es lo esperable, la excepción es el prisionero. Eso es lo que está contra natura.
   La enumeración va IN CRESCENDO hasta que por fin llega al ser humano, pero no un ser humano en cualquier situación sino en una condición muy especial: enamorado. Los enamorados son el punto más perfecto de ese universo descrito como perfecto en primavera. Al usar el verbo "servir" da la impresión de que estuvieran al servicio de un dios, el Amor.
   Ello nos recuerda la mitología griega, donde se veneraba a dos dioses vinculados al Amor: Venus por un lado (llamada también Afrodita), y su hijo Eros o Cupido.
   La primavera es el tiempo de la reproducción y del triunfo de la fertilidad: el ser humano pertenece a ese mundo que anhela sobrevivir a través de los siglos y a la vez desea renovarse.

Mundo intramuros
   En contraste con el mundo recordado está el mundo real, el vivido por el yo lírico que recién aparece explícitamente: “sino yo, triste, cuitado”. Es la conjunción adversativa la que contrapone los mundos. A partir de la palabra sino (que funciona para crear una gran antítesis entre la primera parte del poema y la segunda parte), el texto cambia completamente.
   Al mundo de la belleza divina, se opone la oscuridad, angustia, silencio del prisionero. Al movimiento vertiginoso de la vida, se opone la quietud de la monotonía.
   Mientras los versos anteriores tenían un ritmo musical y continuado, ahora aparecen las cesuras (las pausas en el verso a través de las comas) que enlentecen el ritmo, lo hacen cansino, y sugieren la quietud y la angustia no sólo desde su contenido, sino también desde su forma.  El yo expresa la obviedad de la tristeza, y por lo tanto nos sugiere su condición de prisionero. Pero aparece la palabra “cuitado” que no sólo refiere a un cuerpo apocado, destruido, sino también a una condición del alma, que se traduce en ese cuerpo. El prisionero le encantaría disfrutar como todo el resto de los hombres, de la esclavitud del amor, sin embargo se encuentra en la situación exactamente contraria. La palabra “cuitado” según la RAE, también significa “apocado, de poca resolución”, esto hace pensar que tal vez la prisión de este yo lírico no sea necesariamente física, sino una condición del alma. No tiene resolución para enfrentarse a la vida, y eso se representa en un mundo “intramuros”. Por lo tanto es su impedimento de vivir, su voluntad, lo que lo mantiene en esta prisión, aún cuando la describa como prisión custodiada por un ballestero.
   El yo “que vive en esta prisión” por primera vez nos deja claro dónde sucede realmente la acción. No importa si la prisión es física o no. Así la siente el prisionero, y el verbo “vivir” implica no poder salir de ella. Su condición habitual es la prisión. Es lo que conoce y lo que espera.
   Un nuevo paralelismo “que no sé cuando es de día/ ni cuando las noches son”, en este caso antitético, ya que día y noche son términos opuestos, confirma lo que el yo siente: el tiempo en esta prisión es eterno. No pasa, porque no pasa nada, porque no hay un hecho que marque ese pasaje.  Excepto la “avecilla” y por eso que su aparición en los siguientes versos tomará una relevancia mayor.
   Es interesante destacar que la palabra “día” está en singular, mientras que “noches” en plural, lo que nos presenta una eterna oscuridad en la que el prisionero vive. No sabemos, o no nos lo dice el prisionero la razón de su encierro. Tampoco importa. Lo terrible es su condición de estar en tinieblas. Recordemos que la nostalgia del prisionero tenía relación con la gracia divina, así que el estar en tinieblas también es una condición espiritual.
  La tercera ave que aparece en el romance es la “avecilla”. El prisionero, un hombre que sabe de pájaros (pues nos ha hablado de calandrias y ruiseñores) no parece saber de qué especie se trata, Pero el diminutivo -ILLA muestra la dulzura que le inspira. Le devuelve el sentido del paso del tiempo, que le estaba vedada por estar sumido en la oscuridad.
   El avecilla pasa a ser amada como algo propio del prisionero, pues le recuerda el alba y la esperanza. De ahí que use el posesivo matómela: como si el ave le perteneciera y fuera su amiga.
Pero todo ello fue efímero, pues de un momento para otro, el canto se suspendió.
  
La relación con el ave es la única relación con un ser vivo que él sostiene, por lo tanto tiene con ella una intimidad que no podrá tener con ningún otro ser humano.


Conclusión
   Al decir “Matómela”, utilizando el pronombre personal “me”, él considera que es suya, la siente como propia. Incluso esta ave, que no es un ser humano, tiene mayor afecto y consideración que el hombre, el “ballestero” que la mata sin saber lo que este animal significa para él. La mata con la indiferencia del cazador, por diversión.
   Esta muerte contrasta el canto con el silencio. Ahora ya no sólo quedará en la oscuridad sino también en el silencio y por lo tanto esta es la muerte de la esperanza.
   El poema termina con una IMPRECACIÓN O MALDICIÓN. Por fin aparece una referencia a Dios en el poema. El prisionero jamás reza, pero sí  se invoca a Dios que funciona como agente de venganza.
   El preso desea que algo terrible le suceda al ballestero: "mal galardón", significa mal premio, castigo.
   Y el prisionero queda nuevamente en soledad, sino el ave y sin la humanidad que significa reconocer el día y la noche y estar en contacto con otros seres vivos.


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