Características generales y
tema
Este es un romance típicamente lírico, donde la anécdota es mínima, porque no se cuenta
una historia ni surgen los diálogos típicos del Romancero.
En él predomina la emoción del juglar que a su vez parece ser el
personaje de una historia con un sentir particular.
El carácter del romance es elegíaco. La
Elegía es una composición poética que se caracteriza por la expresión de dolor
y melancolía. Hay una atmósfera de muerte interior en él, una sensación de
pérdida y dolor, más allá de los límites de una prisión física.
Los cantos que exaltaban el amor (“canciones
de Mayo” - primavera en el hemisferio Norte) y las quejas de los prisioneros
dan origen a este romance.
Es evidente, entonces, que el tema del romance es
la soledad. Una soledad no sólo física sino mental y espiritual. Alguien que se
siente por fuera de este mundo, condenado a la marginación y al desamparo. Y aun
cuando hay una “avecilla” que sirve de nexo entre un mundo y otro, siempre hay
una injusticia que condena al hombre al más absoluto aislamiento.
La voz del yo lírico coincide con la del
personaje central: un desconocido prisionero que lamenta la libertad perdida.
Estructura externa e interna
En cuanto a la estructura externa, tenemos
que tener presente la definición misma de Romance. En un primer momento se llamó “romance” a la
lengua vulgar, en oposición al latín. Luego, la palabra se utilizó para
designar a una forma poética en ese tipo de lenguaje. Esta forma tenía la
particularidad de ser composiciones breves en principio de dieciséis sílabas,
orales, con rima asonante, y cuyo principio era abrupto y su final trunco.
Normalmente eran composiciones épico-líricas. Una vez que estos versos fueron
recogidos por la escritura, se prefirió el octosílabo, y por lo tanto las rimas
quedaron sólo en los versos pares.
En cuanto a la estructura interna, podríamos
encontrar tres partes:
a-por un lado el mundo extramuros, en donde
se presenta el mundo exterior a la prisión en una estación propicia a la
renovación y sobre todo al amor. Se da en los primeros ocho versos.
b- por
el otro, el mundo intramuros, una antítesis de lo anterior al estar imposibilitado el prisionero de gozar
de esa primavera. Se da en los siguientes seis versos.
c- por último, la conclusión, la ruptura de
la conexión con esos mundos y como consecuencia el aislamiento. Son los dos
últimos versos.
Mundo exterior o “extramuros”
Se inicia de forma abrupta, a tal punto que
el autor introduce en el primer verso las palabras del prisionero puestas en
discurso directo, sin decir quien las pronuncia.
En el comienzo se hace una descripción
detallada el mundo exterior a la cárcel. No sabemos quién habla, ni sabemos por
qué necesita expresarse. De ello nos daremos cuento en la mitad del poema.
El carácter lírico de la
composición está dado por un recurso habitual en los romances que es la
repetición, en este caso: “Qué por mayo, era por mayo”.
Esta reiteración tiene múltiples fines. En
primer lugar le da al romance una musicalidad particular. En segundo lugar nos ubica en un tiempo
especial: la primavera, la estación del año dedicada a lo amoroso, a la
creación, a la belleza que la naturaleza regala. En tercer lugar, la
reiteración también es un recurso mnemotécnico, muy utilizado en las
composiciones orales. Y por último, y tal vez lo más importante, nos acentúa el
dolor del prisionero. A mitad del poema veremos que esa repetición no es más
que una constatación dolorosa de su condición marginal. Cada repetición de la
palabra “mayo” es una puñalada en su recuerdo, una certeza de sentirse fuera de
ese mundo maravilloso y “divino” al que ya no puede pertenecer.
La descripción del paisaje es con un tono
melancólico que recuerda la agonía de lo que se perdió, de lo que ya no es para
este yo lírico. Es el mundo de los recuerdos y es a través de la memoria que se
construye este cuadro de extramuros.
El tiempo verbal del recuerdo es por
excelencia el pretérito imperfecto: ERA. Eso demuestra que mayo pertenecía a
una vida que él perdió.
Estamos en la Edad Media, en el siglo
XV. España pertenece al hemisferio Norte y cuando es mayo está en
plena primavera, es el mes anterior a junio (donde en Europa comienza el
verano).
Aquí no se trata del inicio de la primavera (21 de marzo), sino del tiempo de
mayor esplendor de la naturaleza.
Así que el yo lírico se refiere
en primer lugar al universo, que cíclicamente, cada año, deja de estar cubierto
de frío y nieve y permite que con el calor la vida se reproduzca.
Inmediatamente pasa a los seres vivos,
de los cuales menciona en primer lugar a los más emblemáticos del reino
vegetal: los trigos y las flores.
El trigo, cuando encaña , muestra
brotes verdes: empieza a crecer lo que se ha sembrado y se cubren
los campos de color verde. Es una promesa de que la cosecha será buena: habrá
trigo, habrá pan, abundancia, comida.
Por todas partes se ven también flores
silvestres. Es un estallido de color, aromas, sensaciones táctiles y visuales.
El poema realiza una ENUMERACIÓN de los elementos más significativos de la
primavera.
Es la anáfora (repetición al principio del
verso) “cuando” en el segundo, tercero, quinto y séptimo verso, lo que le
da al poema el tono elegíaco. Vuelve siempre al adverbio no sólo creando la
sensación de musicalidad, sino también de desgarro, cada “cuando” confirma la
exclusión de su persona, y la angustia de no poder ser en ese mundo.
Si el primer verso nos daba una ubicación
temporal, el segundo nos completa esa imagen con una sensación térmica: el
calor. Sugestivamente nos introduce en una atmósfera cálida, que recuerda la
compañía, el afecto, la calidez humana que el yo no tiene. También nos recuerda
lo vital para el hombre y la naturaleza. El calor que proviene del sol; símbolo
de lo masculino, necesario para cualquier proceso biológico, natural.
El recuerdo se vivifica a través del verbo
“hace” en presente. Así el prisionero es aún más miserable, porque el mundo
exterior está presente en él, pero él no puede parte de lo que sólo es
añoranza. La primavera es la estación del amor, de lo nuevo, del alumbramiento,
de la creación, del amor. De todo esto el prisionero no puede ser parte. Sólo
le queda la condena de recordarlo.
La naturaleza en su esplendor reafirma
lo natural, lo esperable y la lógica de un mundo en el que él no puede ser
parte.
El paralelismo sinonímico (cuando se
utilizan dos sentencias que repiten la misma estructura gramatical, y son entre
sí sinónimas) - “cuando los trigos se encañan/ y están los campos en flor” -
ayudan a reafirmar que el estado natural es el amor, es la procreación, la
regeneración de la vida. En este caso el mundo vegetal, los trigos, que tienen
el color del oro, naturalmente, y simbolizan la belleza visual que la
naturaleza brinda al hombre. Es el oro natural que alimenta. A esos trigos les
corresponden “los campos en flor”, imagen cargada de nuevos colores y nuevos
olores. Así la figura se va enriqueciendo en esa correspondencia entre los
trigos y el campo.
La ENUMERACIÓN va cobrando cada vez más
intensidad. Del mundo vegetal pasa a recordar el mundo animal, pero no
cualquier ejemplar, sino los pájaros, símbolo por excelencia de libertad.
UN SÍMBOLO es un elemento visual que
representa una idea o concepto abstracto y que cualquier persona es capaz de
reconocer si pertenece a esa cultura. La flor es símbolo de belleza, la espiga
de trigo es símbolo de fertilidad, el pájaro es símbolo de libertad.
Los pájaros cantan. Este hombre,
aunque es un prisionero, conoce el canto de los pájaros. Sabe que la calandria
es un ave que canta muy bien y tiene una gran capacidad de imitar a otras
aves. El ruiseñor asimismo es conocido en múltiples mitos como el ave que mejor
canta, siendo capaz de hacerlo incluso de noche. También en la Edad Media era
símbolo de la poesía y de los poetas que cantaban por amor.
Uno de los pájaros llama, el otro
responde. Por eso es lo obvio. Eso es lo que la primavera provoca. Ese amor
entre las aves.
Si la primera imagen (el calor) era térmica
y táctil, la segunda visual y olfativa, la tercera es auditiva. Casi todos los
sentidos del hombres están despiertos para saborear la primavera que no se le
niega al hombre, exceptuando al prisionero.
El juego erótico de las aves, la danza
amorosa para la procreación, para la concepción de la vida, culmina en la
expresión “cuando los enamorados/ van a servir al amor”. Estos versos curiosos
son interesantes, dado que los enamorados también son esclavos porque sólo
pueden servir a su condición de enamorados, y por lo tanto al amor. Pero esta
es una esclavitud placentera, en el mejor de los casos, una prisión agradable
porque en ella está la compañía del ser amado.
Es interesante reparar el orden, en este romance,
que utiliza el juglar para ir formando su retrato recordado. Este orden no es
otro que el de la Creación bíblica. Primero la luz, luego la vegetación,
después los animales, y por último el hombre, y por supuesto, el hombre
enamorado, ya que para la concepción cristiana, el amor es lo que hace mover al
mundo. Lo que el prisionero recuerda no es más que la Creación divina, y por lo
tanto de lo que él no es parte es de la gracia de Dios. O al menos así se
siente. La prisión, entonces, adquiere una dimensión distinta. Más allá de los
muros, lo terrible, lo irreconciliable, es sentirse despreciado, alejado de la
gracia, el regalo divino que Dios le hizo a los hombres, dentro de la
cosmovisión cristiana.
Lo normal, lo lógico, lo divino es lo
esperable, la excepción es el prisionero. Eso es lo que está contra natura.
La
enumeración va IN CRESCENDO hasta que por fin llega al ser humano, pero no un
ser humano en cualquier situación sino en una condición muy especial:
enamorado. Los enamorados son el punto más perfecto de ese universo descrito
como perfecto en primavera. Al usar el verbo "servir" da la impresión
de que estuvieran al servicio de un dios, el Amor.
Ello nos recuerda la mitología griega,
donde se veneraba a dos dioses vinculados al Amor: Venus por un lado (llamada
también Afrodita), y su hijo Eros o Cupido.
La primavera es el tiempo de la
reproducción y del triunfo de la fertilidad: el ser humano pertenece a ese
mundo que anhela sobrevivir a través de los siglos y a la vez desea renovarse.
Mundo intramuros
En contraste con el mundo recordado está el
mundo real, el vivido por el yo lírico que recién aparece explícitamente: “sino
yo, triste, cuitado”. Es la conjunción adversativa la que contrapone los
mundos. A partir de la palabra sino (que funciona para crear una gran antítesis
entre la primera parte del poema y la segunda parte), el texto cambia
completamente.
Al mundo de la belleza divina, se
opone la oscuridad, angustia, silencio del prisionero. Al movimiento
vertiginoso de la vida, se opone la quietud de la monotonía.
Mientras los versos anteriores tenían un
ritmo musical y continuado, ahora aparecen las cesuras (las pausas en el verso
a través de las comas) que enlentecen el ritmo, lo hacen cansino, y sugieren la
quietud y la angustia no sólo desde su contenido, sino también desde su
forma. El yo expresa la obviedad de la tristeza, y por lo tanto nos
sugiere su condición de prisionero.
Pero aparece la palabra “cuitado” que no sólo refiere a un cuerpo apocado,
destruido, sino también a una condición del alma, que se traduce en ese cuerpo.
El prisionero le encantaría disfrutar como todo el resto de los hombres, de la
esclavitud del amor, sin embargo se encuentra en la situación exactamente
contraria. La palabra “cuitado” según la RAE, también significa “apocado, de
poca resolución”, esto hace pensar que tal vez la prisión de este yo lírico no
sea necesariamente física, sino una condición del alma. No tiene resolución
para enfrentarse a la vida, y eso se representa en un mundo “intramuros”.
Por lo tanto es su impedimento de vivir, su voluntad, lo que lo mantiene en
esta prisión, aún cuando la describa como prisión custodiada por un ballestero.
El yo “que vive en esta prisión” por primera
vez nos deja claro dónde sucede realmente la acción. No importa si la prisión
es física o no. Así la siente el prisionero, y el verbo “vivir” implica no poder
salir de ella. Su condición habitual es la prisión. Es lo que conoce y lo que
espera.
Un nuevo paralelismo “que no sé cuando es de
día/ ni cuando las noches son”, en este caso antitético, ya que día y noche son
términos opuestos, confirma lo que el yo siente: el tiempo en esta prisión es
eterno. No pasa, porque no pasa nada, porque no hay un hecho que marque ese
pasaje. Excepto la “avecilla” y por eso
que su aparición en los siguientes versos tomará una relevancia mayor.
Es interesante destacar que la palabra “día”
está en singular, mientras que “noches” en plural, lo que nos presenta una
eterna oscuridad en la que el prisionero vive. No sabemos, o no nos lo dice el
prisionero la razón de su encierro. Tampoco importa. Lo terrible es su
condición de estar en tinieblas. Recordemos que la nostalgia del prisionero
tenía relación con la gracia divina, así que el estar en tinieblas también es
una condición espiritual.
La tercera ave que aparece en el romance es
la “avecilla”. El
prisionero, un hombre que sabe de pájaros (pues nos ha hablado de calandrias y
ruiseñores) no parece saber de qué especie se trata, Pero el diminutivo -ILLA
muestra la dulzura que le inspira. Le devuelve el sentido del paso del tiempo,
que le estaba vedada por estar sumido en la oscuridad.
El avecilla pasa a ser amada como algo
propio del prisionero, pues le recuerda el alba y la esperanza. De ahí que use
el posesivo matómela: como si el ave le perteneciera y fuera su amiga.
Pero todo ello fue efímero, pues de un momento para otro, el canto se
suspendió.
La
relación con el ave es la única relación con un ser vivo que él sostiene, por
lo tanto tiene con ella una intimidad que no podrá tener con ningún otro ser
humano.
Conclusión
Al
decir “Matómela”, utilizando el pronombre personal “me”, él considera que es
suya, la siente como propia. Incluso esta ave, que no es un ser humano, tiene
mayor afecto y consideración que el hombre, el “ballestero” que la mata sin
saber lo que este animal significa para él. La mata con la indiferencia del
cazador, por diversión.
Esta muerte contrasta el canto con el
silencio. Ahora ya no sólo quedará en la oscuridad sino también en el silencio
y por lo tanto esta es la muerte de la esperanza.
El poema termina con una IMPRECACIÓN O
MALDICIÓN. Por fin aparece una referencia a Dios en el poema. El prisionero
jamás reza, pero sí se invoca a Dios que funciona como agente de
venganza.
El preso desea que algo terrible le
suceda al ballestero: "mal galardón", significa mal premio, castigo.
Y el prisionero queda nuevamente en
soledad, sino el ave y sin la humanidad que significa reconocer el día y la
noche y estar en contacto con otros seres vivos.