jueves, 9 de julio de 2020

Lazarillo de Tormes: Contextualización literaria y formal

1. LA AUTORÍA DE LA OBRA.

   El Lazarillo es, como se sabe, una obra anónima; y dada la importancia de la obra el problema ha interesado a la crítica. Si bien se ha atribuido la autoría a distintos autores (cabe citar a Diego Hurtado de Mendoza, poeta, historiador y famoso diplomático de la Corte de Carlos I) e incluso algunos estudiosos han planteado también la hipótesis de que el autor del Lazarillo fuese un converso descendiente de judíos. Sin embargo, aunque algunas de estas atribuciones se fundamentan en rasgos estilísticos de la obra o en su ideología, no hay en ningún caso pruebas concluyentes.

   Por otra parte la anonimia de la obra se puede explicar por las características de la misma. Su carácter crítico y polémico y la novedad que suponía presentar como protagonista a un marginado son razones que pudieron llevar al autor a ocultar su nombre.

 

   2. EL LAZARILLO: ¿PRIMERA NOVELA PICARESCA?

   Las primeras ediciones conocidas del Lazarillo se publicaron en 1554, en Burgos, Alcalá de Henares y Amberes, con el título de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades.

   La obra supuso una ruptura total respecto a la narrativa vigente en la época y constituye para algunos críticos la primera muestra de uno de los géneros más originales de la literatura española: la novela picaresca.

   En el Lazarillo aparecen ya los elementos que caracterizarán al género hacia fines del siglo XVI y principios del XVII y que se refieren tanto a la figura del protagonista como a la técnica narrativa:

 vEl protagonista de la novela picaresca es el pícaro. Se trata de un ser marginal, origen innoble, que sirve a varios amos y cae en la mendicidad e incluso en la delincuencia.

   El pícaro es, en realidad, un antihéroe que no se mueve por altos ideales, sino solo por la necesidad de sobrevivir en un medio hostil. Entre sus características destacan el ingenio con que se desenvuelve en las más adversas situaciones y su falta de escrúpulos de orden moral. Su meta es el ascenso social, meta que a veces alcanza parcialmente para luego volver a caer en su primitivo estado (ver recuadro).

 vEn cuanto a la técnica narrativa, la novela picaresca se caracteriza por estar escrita como una autobiografía real,  en forma epistolar:

    La forma autobiográfica utilizada por el autor pretende crear en el lector la sensación de que se encuentra ante una historia real. Esta intención verista (de dar verosimilitud) es característica de la época y, como hemos dicho, está en consonancia con el gusto que los seguidores de Erasmo tenían por la literatura de carácter testimonial.

   La novela está construida en forma retrospectiva: el narrador protagonista, ya en la edad adulta, pasa revista a los episodios de su vida como pícaro, especialmente a aquellos que de algún modo explican su situación presente.

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      Las páginas del Lazarillo nos ofrecen una visión descarnada de la realidad española. Frente a la visión idílica del mundo que nos ofrecen ciertos géneros literarios del Renacimiento, la narración picaresca nos pone ante unos personajes de carne y hueso, cuya historia particular es un patético documento social.

   Lázaro se mueve en un mundo de miserias y dificultades; la sociedad le tiene reservado un lugar que perpetúa su condición marginal y de desheredado por la fortuna. No obstante, el tono de rebeldía y resentimiento que conlleva la actitud de Lázaro al contar su vida por extenso sirve para poner de manifiesto las contradicciones de una sociedad en crisis y de unos tiempos conflictivos.

Se ha discutido acerca de la intención crítica del autor del Lazarillo. En el prólogo, el propio Lázaro  nos da una clave sobre este aspecto cuando dice estas palabras:

 “Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y nunca oídas ni vistas vengan a noticias de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade y a los que no ahondaren tanto les deleite.”

 

   El narrador sugiere, pues, dos lecturas: una de entretenimiento, y otra reflexiva, posiblemente crítica, que permita “hallar algo”.

   Prescindiendo de la intencionalidad del autor, en la novela se muestran, en forma irónica, vicios o modos de comportamiento de determinados grupos sociales. La crítica se centra en tres sectores: la mendicidad, la hidalguía y sobre todo la Iglesia, o por lo menos un sector de la misma.

   Es notoria la preocupación que hay en la obra por el tema religioso: no puede pasar inadvertida la alta proporción de clérigos que en ella aparecen, cuyo comportamiento está lejos del espíritu evangélico. La crítica anticlerical que ello encierra se ha querido explicar por ser el autor un judío converso, por ser erasmista, por ser escéptico… Lo cierto es que esta postura puede inscribirse dentro de las corrientes de reforma espiritual que surgen durante el Renacimiento.

   La obra se difundió en España hasta que en 1559 la Inquisición la prohibió, incluyéndola en el Índice Expurgatorio. En 1573, parece una versión expurgada bajo el nombre de Lazarillo castigado. Se le suprimieron dos tratados, el IV y el V (el del fraile de la Merced y el del buldero) y algunos trozos intercalados.

 

 

   3. EL CONTENIDO: LAS ADVERSIDADES Y EL “MEDIO”

Lázaro se mueve por dos motivos: la necesidad de comer y el afán de mejorar. Desde que su madre lo entrega a un ciego, Lázaro lucha contra las adversidades hasta que, ya adulto, logra, según él, el ascenso social que anhelaba mediante su matrimonio y su empleo como pregonero.

Las peripecias de Lázaro se enmarcan en un tiempo y en un espacio muy definido:

   vTIEMPO: Lázaro cuenta que su padre murió en la expedición a los Gelves (hubo una en 1510 y otra en 1520), cuando él tenía ocho años. El libro termina cuando el protagonista dice encontrarse “en la cumbre de toda buena fortuna”, el año en que el emperador Carlos I reunió Cortes en Toledo (1525 ó 1539).

   vESPACIO: Lázaro nace en Tejares (Salamanca), y su historia trascurre por lugares concretos y bien delimitados: Salamanca, Almorox, Escalona, Maqueda y Toledo. Tal es la España real en la que el pícaro sufre sus vicisitudes.

 

   4. LOS ESTILOS DE LA OBRA

   En las páginas del Lazarillo se nos muestra a su protagonista en dos momentos de su vida: Lázaro adulto y Lázaro niño.

   De acuerdo con esta distinción, se ha visto en la novela dos estilos que se corresponden con la intervención de uno u otro personaje:

 vEn la parte protagonizada por Lázaro adulto prevalece el estilo autobiográfico y subjetivo que se sirve, sobre todo, del recurso de la ironía.

 

 vEn la parte protagonizada por Lázaro niño, dominan las descripciones realistas y la narración de episodios divertidos.

   A la hora de elegir el lenguaje que debía utilizar en su obra, el autor del Lazarillo tuvo presente en lo expuesto en las retóricas, donde se establecía de forma precisa la lengua que debía utilizar un personaje de acuerdo con su condición social. Así lo entiende el propio Lázaro, quien en el Prólogo alude al “grosero estilo” en el que escribe. Por eso son frecuentes en la obra los refranes, las frases hechas, y los solecismos (incorrecciones lingüísticas), que, junto con el uso de los diminutivos y otros recursos coloquiales, dan a la novela su tono directo y realista.

 

   5. LOS PERSONAJES: EL PÍCARO

   El Lazarillo de Tormes es una novela de protagonista; esto quiere decir que toda la acción de la obra gira en torno a un personaje principal: Lázaro. Ahora bien, junto a Lázaro desfilan por la obra una nutrida muestra de personajes representativos de la España del siglo XVI.

   En la personalidad de Lázaro confluyen, para algunos críticos, todos los rasgos que definen la figura del pícaro:

 v Lázaro nace en un lugar humilde y su padre era ladrón. Se trata, por lo tanto de un personaje de baja extracción social.

 v La madre de Lázaro lo entrega como criado a un mendigo ciego. Desde entonces vive marginalmente en busca de mejor fortuna.

 v Sirve sucesivamente a varios amos.

 v El móvil de sus actos es matar el hambre; no se mueve por ideales.

 v Se desenvuelve con soltura en un medio hostil gracias a su ingenio y a la astucia que aprende de su primer amo, el ciego.

 v Practica la mendicidad y, aunque no cae en la delincuencia como otros pícaros de novelas posteriores, acepta sin ningún escrúpulo situaciones poco honrosas.

 v Intenta conseguir una cierta posición social, lo que no logra aunque él así lo crea.

 

   El personaje de Lázaro, a pesar de ser un original hallazgo, no fue creado de la nada por su autor. Entre la multitud de personas necesitadas existentes en España en aquellos años, buena parte eran niños que, como Lázaro, deambulaban por pueblos y ciudades mendigando e intentando buscar un amo al que servir para remediar su hambre. Esta figura real pasó al folclore, a veces con el mismo nombre de Lázaro.

  Personajes bien conocidos son también los que aparecen junto al protagonista:

 v La figura del ciego mendigo tiene una larga tradición, tanto real como literaria, que llega hasta nuestros días. El niño que frecuentemente acompaña a un ciego prestándole ayuda sigue denominándose hoy “lazarillo”.

 v Los personajes de condición religiosa, a los cuales se satiriza, son exponentes del estado de corrupción en el que vivía un sector del clero.

 v El escudero toledano ejemplifica el deseo de aparentar la honra, preocupación que compartieron muchos españoles de la época.

 

 

  6- ESTRUCTURA DE LA NOVELA

   Es posible distinguir en la novela dos estructuras o construcciones íntimamente ligadas:

   1. ESTRUCTURA EXTERNA

   Se basa en la definición que tantas veces se ha hecho de Lázaro como “mozo de muchos amos”.  De esta forma la novela contará en primera persona la vida de un mozo de servicio, que pasa de amo en amo, durante los años de adolescencia y juventud. Esto trae la introducción de una galería de personajes secundarios, cada uno en su ambiente característico. La novela logra así una doble motivación:

   a. Narrar la vida de Lázaro, y

   b. Dar una visión de la sociedad contemporánea mediante la descripción de tipos y costumbres, pero también con una intención satírica de los mismos.

 

   De esta forma, la obra se estructura en siete tratados, nos informa de nueve oficios cumplidos por Lázaro, los que significan nueve amos distintos.

   Estos nueve amos no tienen la misma importancia ya en lo que se refiere al lugar que ocupan en la novela, ya en la incidencia que tienen en la educación de Lázaro. En la medida que un amo incida en Lázaro, el autor le dará más o menos intervención en la novela.

   Hay, además, dos episodios que funcionan como apertura y clausura de la novela: uno al principio en que se nos informa el origen y vida familiar en la niñez, y otro al final en que se narra su asentamiento definitivo dado en su boda con la criada del Arcipreste.

   El autor tampoco se limita a pintar los amos y la relación que los une con Lázaro, sino que aprovecha la oportunidad para mostrarnos el ambiente que rodea a cada uno de ellos. Así nos muestra cómo actúa el ciego y el clérigo y las artimañas que utilizan en el cumplimiento de su oficio, pero también su comportamiento social y privado, las personas con que se vinculan, sus consejos y razones. Esto significa que cada personaje hace entrar en la novela un trozo de la realidad, que le es indispensable al autor para ambientar el carácter y el oficio del amo. Los datos de esa realidad no son cuantiosos, porque no olvidemos que lo fundamental para el autor es el personaje.

   2. ESTRUCTURA INTERNA

   Ella se basa en el mismo título de la novela: La vida de Lázaro de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Esta estructuración se fundamenta en la narración autobiográfica que Lázaro dirige a una tercera persona: historia de amos y ambientes pero, por sobre todo, historia de su formación, de su educación en la escuela de la vida, única conocida por el protagonista. En este sentido, es muy concreta la afirmación que hace en el Prólogo en cuanto a narrar la historia completa: parecióme no tomarle por el medio sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona.

   De esta forma, los episodios y personajes cobran un valor distinto al que apuntábamos cuando vimos la estructura externa. Nos interesarán, no por ellos mismos, sino por la acción que ejercen sobre Lázaro, por su contribución a la creación de una personalidad, de una conducta, de una visión en lo que es el mundo y sobre todo, de cómo se debe actuar en él.

   Como elemento clave de esta estructura aparece desde el comienzo la vivencia del hambre, de un hambre física, irresistible, que nunca se sacia. Ella constituye el motor de la acción, ya que anima al protagonista, lo mueve a actuar. Como personaje, podemos afirmar que Lázaro existe en tanto está hambriento. Por esto, en cuanto el hambre disminuye, el personaje empieza a perder peso, a desaparecer.

   Desde este nuevo punto de vista en que nos ubicamos con el protagonista, podemos dividir la obra en dos partes claramente distintas. Una primera, que abarca la mayor parte de la novela, donde Lázaro ocupa el lugar más destacado. El hambre campea abiertamente. Sobre Lázaro recae toda la acción. Las burlas y tretas a que somete a sus diferentes amos para llegar a comer dan lo mejor de la novela. Esta parte abarca los tres primeros tratados, aquellos en que Lázaro es autor de los hechos, pero también donde es más visible el arte de narrar en el autor. Una segunda parte, es a partir del Tratado IV, en que se produce una modificación en la actitud de Lázaro. Deja de ser actor de la acción para pasar a simple testigo de la vida de los demás y en algún caso, Tratado VII, de su propia vida. La razón del cambio está en que el hambre quedó saciada y se inicia el segundo proceso, el engrandecimiento material y social de Lázaro. Un hecho que prueba el cambio lo tenemos en el Tratado cuarto, con el fraile de la Merced, donde no se menciona ya la palabra “hambre”, pero sí dice que de él recibió “los primeros zapatos que rompí en mi vida”. Otro paso lo tenemos en el Tratado VI donde el dinero ganado por Lázaro es empleado no para saciar su hambre sino para “me vestir muy honradamente”.

   En definitiva, a partir del Tratado IV hay un debilitamiento de Lázaro como personaje protagónico para ingresar al conjunto de los demás personajes. El designio del autor se ha cumplido: la formación ha terminado. “Ha pasado –como muy bien lo dice el crítico Ángel Rama– de opositor en ese mundo en el que vive a colaborador y luego a integrante” desde el momento que ha logrado un lugar en la sociedad como sus amos.

   En términos de ritmo narrativo, surge de todo lo anterior, que no es el mismo el del comienzo que el del final de la novela. La marcha de la acción es lenta al principio, acelerada después y por último desbocada.

 


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