jueves, 11 de junio de 2020

Francisco de Quevedo

   Nació en Madrid en el año 1580. Desde pequeño vivió en palacio, lo cual le permitió conocer los entretelones de la corte. Se dedicó a la política. Como consecuencia de sus actividades políticas en Nápoles, sufrió destierro. Más tarde se ganó la amistad del conde-duque de Olivares y llegó a ser nombrado poeta secretario de Felipe IV. Sin embargo, por motivos mal conocidos, fue encarcelado y permaneció cinco años en prisión. Murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) el año 1645.
   Quevedo es autor de una obra abundante e importante, tanto en prosa como en verso. Cultivó los más diversos géneros literarios: poesía lírica, prosa doctrinal, novela picaresca, teatro.

Obras en prosa
   Comprende obras festivas, satíricas, filosóficas, políticas. Entre todas ellas se destacan: Los Sueños –su obra satírica más representativa– y la Historia del buscón llamado don Pablos –su obra más conocida, que suele clasificarse como novela picaresca, aunque Quevedo es poco respetuoso con el esquema creado por Mateo Alemán y su antecedente anónimo, el Lazarillo.

Obras en verso
   Es también muy extensa como lo es su obra en prosa. Incluso en sus obras en verso se aprecian idénticos contrastes: junto a la poesía moral, religiosa, política o amatoria, encontramos composiciones en las que dominan la burla, la sátira y hasta la ofensa personal. Especial interés tienen sus composiciones filosófico-morales y sus poemas amatorios.
   Frente a esta poesía seria se levanta el Quevedo satírico-burlesco que ridiculiza a los alquimistas, usureros y gobernantes, se burla de Góngora y de sus seguidores, degrada el mundo mitológico del Renacimiento y el mundo caballeresco medieval o satiriza los defectos de la sociedad de su época.
   Su obra en verso fue publicada después de su muerte con el título de El Parnaso español (1648) y Las tres últimas musas (1670). Pueden dividirse en dos sectores:
   1. Poesías de tono grave y severa intención doctrinal –sobre temas ascéticos o políticos; y
   2. Poesías concebidas como puro juego literario –sobre temas amorosos o burlescos.
   1. Las composiciones de asunto ascético cuentan –con las de tema político– entre lo mejor de su producción en verso. Las primeras giran en torno a los motivos capitales de la moral barroca: desprecio de las vanidades, fugacidad de lo terreno, caducidad de los bienes de Fortuna.
   L as poesías de asunto político, en las que la advertencia moral se une a veces a la sátira, revelan la dolorosa conciencia de Quevedo respecto a la decadencia material y espiritual de España.
   2. Las composiciones amorosas son totalmente distintas. Si en las anteriores se trataba de hondas reflexiones expuestas en un estilo sobrio y austero, aquí casi todo se reduce a un mero aunque bello juego poético, en el que el lenguaje ofrece toda la refinada gracia metafórica de la lírica gongorina.
   Hay, sin embargo, en este sector, algo más que bellas y rebuscadas galanterías. Quedan, en efecto, ciertos sonetos en los que la emoción amorosa –sentida como puro e intenso anhelo espiritual– se halla expresada con una apasionada gravedad.
   Las poesías satírico-burlescas aluden a una serie de motivos que van desde lo más grave a lo más nimio. Las formas métricas preferidas son los versos cortos –en romances, letrillas, jácaras– aunque no faltan los endecasílabos. Todos los recursos del estilo conceptista más extremado –chistes, juegos de palabras, antítesis– hallan su representación en muchas de estas composiciones en las que la realidad aparece deformada hasta la caricatura y donde el autor llega a veces a lo francamente procaz. Quevedo aparece aquí como el poeta más audaz del conceptismo.

ESTILO
   Quevedo sabe extraer de la lengua todas sus posibilidades expresivas. No recurre, como Góngora, a crear un lenguaje estrictamente poético, sino que trabaja con los distintos niveles de la lengua habitual. Quevedo maneja el lenguaje de germanía o lunfardo y los vulgarismos más procaces tanto como la expresión culta y equilibrada.
   Por lo demás, Quevedo emplea la antítesis, las hipérboles, los equívocos y los juegos de palabras, siembre buscando la condensación expresiva propia del conceptismo.
   En conjunto, la poesía de Quevedo presenta los típicos contrastes del arte barroco: elevación de tono en los poemas ascéticos y políticos, y escarceo intrascendente en los amorosos y burlescos; idealización de la belleza femenina en los amorosos y grotesca deformación en los de tipo satírico… Los labios de una dama serán, alternativamente, puerta de rubíes jeta comedora; los dientes, perlas colmillos comidos a gorgojos; la risa, relámpagos de púrpura gorjeos de quijadas bisabuelas…

Material enteramente tomado de los siguientes textos:
Historia de la Literatura Española, de J. García López, editorial vicens-vives.
Literatura Española, de José Mas et al., editorial Santillana

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